Portada

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miércoles, 6 de mayo de 2015

Los retos


Esas pequeñas cosas que te has impuesto con el fin de lograr algo especifico, ya sea reconocimiento, una posición en el mundo o una satisfacción personal que cumplir. 
Son extenuantes y a veces difíciles de controlar, son iniciativas, son chispas de ideas que quieres crear para el bien de todos y sobre todo de ti mismo.

Opus 104



El director de orquesta ha terminado la penúltima obra, un concierto para trompeta piccolo de Haydn. Sé lo que sigue, y aquí en mi asiento, en medio de todos, con la espalda del maestro en mi mirada sin necesidad de girar el cuello, solamente aplaudo como si aplaudiendo acelerara el tiempo y pasaran más rápido los minutos que faltan para verlo salir por la puerta izquierda de la parte trasera del escenario. Los aplausos dejan de escucharse poco a poco, se desvanecen y el director sale. Se acerca el momento de ver a ese hombre de figura delgada y alta, clásica de los europeos, de cabello castaño claro, piel blanca y ojos verdes. Después de un par de minutos, entra él después del director, con su cello en mano. Se dirige a su lugar sobre una figura de cuatro lados que lo hace ver un poco más arriba que el resto de la orquesta. Se sienta, recto, con el instrumento entre sus rodillas, levanta su mirada verde al público, respira profundo y levanta sus brazos para acomodar su saco y sentirse cómodo durante los siguientes cuarenta y tres minutos. Su mano derecha hace que el arco caiga sobre las cuerdas en el puente del cello y su mano izquierda en el mástil.

lunes, 26 de enero de 2015

Decisiones


La vida está llena de decisiones. 
Decisiones grandes y pequeñitas. 
Cada uno de los días, lo que me sucede será a partir de una sola decisión, y dependiendo del tamaño de la decisión, será el impacto que tendrá en mi existencia.

jueves, 15 de enero de 2015

Minificciones "Besos de papel"


 Queridos lectores: 
Les comparto estos textos de un proyecto de próxima publicación. El libro se llamará "Besos de Papel" 
Espero que lo disfruten. 



Arcángel

Miguel se vio a sí mismo desmembrado. Con las alas desprendidas del cuerpo, el brazo que empuñaba la espada de la justicia estaba lejos de su vista pero aún podía sentirlo. Su cabeza decapitada y la balanza de la verdad rota en al menos cinco pedazos. 
No recordaba nada y el piso de porcelana en donde permanecía inmóvil le causaba inquietud. 
Poco después recordó su caída, cuando la mujer de la limpieza pegó con la escoba en la repisa del comedor y lo estrelló en el piso. 
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Jaulas vacías

La reja llena de verdín de la casa de la 18 hacía pensar a los transeúntes que aquella vivienda estaba abandonada.  Los muebles viejos y las figuras de porcelana esperaban ansiosas a que alguien les quitara el polvo. El patio delantero estaba rodeado de jaulas sobre pedestales oxidados. El tiempo y la ausencia de pájaros hicieron que perdieran el brillo y la calidez que tenían hace algunos años. En el cuarto del fondo un hombre terminaba de vestirse colocando un sombrero negro sobre su grisácea y escasa cabellera. Caminó con andar pausado hacia la cocina. Se haría un café cargado. Se sentó en el desvencijado sofá a esperar la llamada que llevaba esperando muchos años. Después de la muerte de su esposa lo único que le hacía feliz era recibir noticias de alguno de sus hijos o nietos.. Hacía meses que ninguno de ellos lo había llamado. Aun así, él esperaba, esperaba y esperaba. Cayó la tarde y se fue a dormir. Tuvo un sueño profundo del cual nunca despertó. Días después el sonido intermitente del teléfono se hizo presente en el silencio. 
 


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Arena Puebla
Era lunes, el santuario de luchadores estaba listo. Jorgito, tomado de la mano de su madre, se sentó en la tercera fila. Una voz auguraba la batalla épica más grande en la historia. Al grito de: ¡Pégale con todo!, ¡rómpesela!, ¡dale en toditita!, un grupo de mujeres, con mandil y cemita en mano, vociferaban hacia el cuadrilátero. 
Los niños miraban impactados cómo Mephisto enredaba a Diamante Azul y le arrancaba la máscara mientras El Tirantes resonaba la tercera palmada.
En un instante, los fanáticos rudos vitorearon al campeón. Jorgito se asombró al ver que su héroe tenía un rostro familiar.
La Arena Puebla lo vió salir en los hombros del perdedor, agitando la máscara y gritando con orgullo: ¡Mi padre es Diamante Azul! 

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La muñeca
A Julia le gusta jugar con su muñeca en el balcón de su casa. Desde ahí observa desfilar a globeros, vendedores de merengues, mujeres apresuradas y las carretas que llevan las verduras al Mercado de la Victoria.  Algunas personas se detenían ante la mirada de ambas niñas, la real de ensortijados cabellos negros y la de juguete que les decía adiós con la mano. A veces solo sonríen y saludan a las pequeñas de las alturas. Es otoño, la familia se sienta a la mesa frente a los chiles en nogada. El sol se oculta detrás de los volcanes y el viento remece las trenzas de la niña que se pregunta: ¿Quién se llevó mi muñeca? Escucha dentro de la casa el resonar de las risas, las copas y las anécdotas. Una mano cálida toca su hombro. Mamá, entra a la casa. Hace frío. Julia suspira. Su mano, de dedos retorcidos por los años, acaricia su muñeca, ahora invisible, antes de ingresar sin remedio al cálido interior de una casa desconocida.
 

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Camafeos y vestidos
Cecilia y Magdalena abren el baúl. Sacan sus vestidos y se los prueban. Magdalena se cuelga el camafeo.  Abraza el retrato de su novio y las cartas que le escribe todos los días desde que se fue a la guerra cristera. Cecilia toma la orilla de su vestido, lo mueve con delicadeza y baila por toda la habitación. Entona con sutileza “El día que me quieras” recordando ese sábado de gloria del 34. Aquella canción se la dedicó el muchacho que conoció en los portales. La invitó a pasear por el zócalo, le compró una nieve y prometió regresar la siguiente tarde; le pediría permiso a su padre para salir con ella. Escuchan las campanadas de catedral y un ruido de pasos en la escalera. Guardan silencio. Voltean a verse y se van sigilosas atravesando la pared, como todas las noches. Un chico prende la luz y escucha el eco de unas risas disipándose en la oscuridad del sótano.
 



domingo, 30 de noviembre de 2014

¿Por qué escribe Rocío?

Soy una escritora-soñadora. A veces sueño escribiendo y otras escribo soñando. Me gustan los finales inesperados y los capuccinos dulces.
Escribo porque soy buena escribir. Algunos son buenos para amanecer sin cruda o para stalkear a sus ex novios. Y yo, yo soy buena para escribir. Más bien, creo que soy buena para querer escribir, que no es lo mismo, pero con eso me basta por ahora.

sábado, 29 de noviembre de 2014

¿Por qué escribe Sarahi?


Yo soy Sarahi, disfruto de dar forma a las ideas, ya sea como imágenes o como objetos... como palabra hablada e incluso plasmada en papel. Estas son mis razones para escribir.

Escribo para dar forma a mis pensamientos, a mis sentimientos, deseos y anhelos. Porque es una forma de guardar, atesorar y un método infalible para evitar olvidos.

Básicamente por eso escribo: para no olvidar.

¿Por qué escribe Carmen?

Soy Carmen y escribo desde que tengo memoria... ¿Mis razones para escribir?...
Escribo para callar los pensamientos de esta mente inquieta que no para de cuestionar, argumentar, entender, analizar, imaginar, suponer, deliberar, juzgar o idear. 
Escribo para contar historias, que a todos les suceden o esas historias que jamás hubiéramos pensado que sucederían; historias de amor, de decepción, de valentía, de entrega, de incoherencia, de miedo paralizante, miedo obsesivo, aberrante y ensordecedor.